La sensación no era precisamente la de ser atractiva, sino, más bien, la de no tener que entretener. Era increíble; estar cómodamente arrellanada en compañía de otra persona y, así y todo, liberada de la despiadada obligación continua de justificar la existencia, pues, en cierto sentido, socialmente todos estamos en Late Show, sonriendo, soltando nerviosas ocurrencias y cruzándonos de piernas mientras detrás de las cortinas acecha un anzuelo enorme. Con las manos tranquilamente en el regazo mientras el Jaguar se alejaba del bordillo, mirando fijamente hacia delante y sin perder la calma cuando el coche dio un bandazo y se detuvo en un semáforo, Irina tomó conciencia de que justo en ese momento su presencia era, por sí misma, su única redención. Aunque se había atormentado pensando cómo mantener una conversación con Ramsey Acton, de él ya salía ese susurro, ese ronroneo que es manifestación del más alto contento, pues daba todos los indicios de que seguiría igual de contento durante el resto de la noche aunque ella continuara sin decir nada.