Esto refleja la idea de que los seguidores de los sindicatos o los partidos opositores al liberalismo carecerían de voluntad propia: asisten a manifestaciones porque los llevan, porque les pagan, o por “el choripán y la Coca Cola”. Quienes afirman esto creen que, cuando ellos mismos toman una decisión, se trata de una acción racional y voluntaria, pero no opinan que quienes piensan y sienten diferente sean igualmente racionales.