Así fue como se permitió que un agente americano políticamente sordo urdiera estrategias globales de paz junto con un jefe del programa nuclear soviético políticamente ciego, sin que ni el KGB ni el GRU pusieran inconveniente alguno. Cuando le comunicaron que el reclutamiento había prosperado y que pronto empezaría a dar sus frutos, el jefe de la CIA para Europa, Ryan Hutton, pensó que ese Karlsson sin duda era más profesional de lo que en principio había creído.
El Bolshói renovaba su repertorio tres o cuatro veces al año. A ello se añadía al menos una compañía invitada, como era el caso de la Ópera de Viena.
Así, Allan y Yuli pudieron reunirse discretamente varias veces al año en la suite del hotel donde el segundo se hospedaba con su esposa, a fin de reunir la información adecuada para su posterior traslado a la CIA. Mezclaban ficción con realidad de manera tal que dicha información fuese, a ojos estadounidenses, tan creíble