Catalyst

Quería ser alguien, ser importante. Pero en realidad, eso no era realmente lo que quería. Supongo que, en mi mente, eso era lo que tenía que hacer para ganarme un lugar en el mundo. Es decir, cuando era niño no tenía nada y no tenía un lugar que fuera mío. Si hacía algo espectacular, algo que nadie pudiera pasar por alto, todo eso cambiaría y por fin tendría mi lugar. Pero en realidad, lo que siempre quise fue esto.

—¿La oportunidad de volar en una nave espacial? —bromeó Yaolan.

—Eso es una maravilla, lo reconozco —rio Tom—. Pero no. Esto. Tú. Vik. Wyatt. Yuri. Personas que me pertenecen, y a quienes yo pertenezco. La oportunidad de encajar en alguna parte, de ser parte de algo en lugar de ser un marginal.

prefería una destrucción casi segura a una garantía de existencia sin la posibilidad de elegir.

Y prefería pasar mil años solo en el espacio, y morir mil muertes horrendas y miserables, antes que delatarla.

Pero lo mejor que tenía en la vida eran sus amigos. Ellos lo definían, lo mantenían con vida, le daban fuerzas. Al entregárselos, había apuntado el arma más letal a su propio corazón

Y aunque no había dado la respuesta, fue peor. Mucho peor, porque era imposible falsear aquella firmeza obstinada en su mandíbula, aquel brillo peligroso en sus ojos. Era obvio que Neil se había dado cuenta de por qué lo tenían prisionero. El fin era extorsionar a su hijo. Él jamás colaboraría con alguien que quisiera perjudicar a Tom. Aunque estuvieran peleados, aunque hacía varios meses que no se hablaban, aunque este le había mentido y lo había tratado muy mal, Neil haría exactamente eso: mirar enojado a esa cámara y mentir con la esperanza de que nadie pudiera coaccionar a Tom, porque así era su padre. Siempre le cubría las espaldas, si podía

Ya no le importaba que ella no lo abrazara ni le dijera que era hora de dormir o le empacara el almuerzo para la escuela ni nada de eso, porque ya no se engañaba.

Después de siete años, Tom por fin podía mirar atrás y sentir pena, más que desagrado, por aquel niño ilusionado. No era que hubiera sido una tontería albergar la esperanza de que ella lo amara. Simplemente, él todavía no sabía cómo eran las cosas.

Para Frayne, una bota pisoteando constantemente el rostro de la humanidad no era más que el precio a pagar para que algo peor no los aplastara en forma permanente. Ella creía que era imposible hacer que el mundo fuera justo, de modo que descartaba la idea sin siquiera intentarlo. Para ella, eso era ser realista.

Todos querríamos vivir en una utopía donde la vida fuera justa, pero no lo es y nunca lo será, y esta no es la manera de conseguir que lo sea. Esto es una revolución en cámara lenta, y le aseguro que las revoluciones casi siempre terminan en tragedia. Cuando se elimina un organismo de gobierno, lo más probable es que no se acabe con un George Washington, sino con un Robespierre o un Hitler. Vivimos en una era de bombas de hidrógeno y armas biológicas. Con la tecnología que tenemos ahora, bastaría con un solo demente que accediera al poder para aniquilar toda la vida en la Tierra.

comprendió por qué les había ocultado tantas cosas. No había sido solo para protegerlos. Había sido para que no lo abandonaran.

Le apartó el cabello que le cubría la cara, preguntándose cómo era posible sentirse embriagado por la presencia de alguien. Sentía que con ella cualquier cosa era posible, como si su vida tuviera más significado, como si él tuviera más significado.