Monja, mística, aguda escritora, reformadora de la orden carmelita y santa, Teresa de Ávila fue también la primera mujer en la historia que logró ser Doctora de la Iglesia. Fiel devota, consagró su vida
a Cristo, el Dios hecho hombre, el Dios resucitado y vivo, y dejó una exhortación que el paso de los tiempos y las generaciones nunca invalidarán: cuida continuamente de tu interior, sin desanimarte
ni siquiera ante esos aparentes silencios de Dios en los que parece lejano o escondido. El camino a seguir consiste en dirigirse a Él con una plegaria constante y sin cese que, si se logra, se transforma
en la plena realización de nuestra existencia. Es más fácil volver a levantarse y luchar si se tiene la certeza de no estar solo.