El concepto de civilización surge en el siglo XVIII e incluso aparece como entrada en la Enciclopedia de los ilustrados. La idea de civilización se asociaba entonces con la constitución de una sociedad civil de los ciudadanos, que se diferenciaba de las formas políticas anteriores y daba origen a una organización social específica, que se correspondería con una moral más adecuada a la naturaleza humana. En ese momento, se consagra la idea del individuo como fundador de la sociedad y como creador de productos, que son el fruto del trabajo. Se comprende así cómo la economía política clásica llegó a la noción de valor. Ella reflejaba el gran paso dado en busca de la comprensión de los avances sociales producido por el aumento colosal de la productividad, como consecuencia, básicamente, del desarrollo de las manufacturas y, posteriormente, de la Revolución industrial. Era por lo tanto natural que se gestase en el norte de Europa y en particular en Inglaterra, donde se concentraba esta revolución, la idea de que el gran desarrollo de las fuerzas productivas, que se consolidaba en esas regiones, y de las formas sociales a él asociadas daría lugar a un estadio superior de la sociedad humana, que se caracterizaría por crear una forma social asociada, cada vez más, con el concepto de civilización.