La mente más allá de la muerte

única forma significativa de evaluar nuestra práctica consiste en leer nuestra propia mente y ver nuestros patrones de pensamiento, nuestras emociones y tendencias habituales en conjunto.

Si podemos deshacer nuestro aferramiento y apego habituales ahora, en esta vida, entonces podemos trascender el sufrimiento de este bardo.

Si podemos soltar nuestro apego, entonces este bardo ya no es el «doloroso» bardo de la agonía, sino simplemente el «bardo de la agonía», que podemos experimentar con claridad.

morir no es necesariamente solo un tiempo de sufrimiento físico y agonía mental; también encontramos muchos momentos poderosos de claridad

nuestra práctica en esta vida complementa nuestra práctica en el momento de la muerte y más allá

bardo de la meditación es, en resumen, el estado de concentración meditativa, o samadhi, en el cual la mente está en descanso y no está distraída de su objeto –en este caso, la naturaleza de la mente–. Por lo tanto, la mente descansa en el estado de unión: la inseparabilidad del darse cuenta y el espacio. La práctica principal del bardo de la meditación es vipashyana, el método que da pie a la realización superior o la visión clara que ve directamente la naturaleza de la mente.

cuando alcanzas la realización del vacío del yo de las personas, también alcanzas la realización del vacío del yo de los fenómenos.

Cuando experimentamos esa sabiduría no conceptual, nos encontramos más allá de la esperanza y el miedo. Cuando no hay esperanza y no hay miedo, eso es lo que llamamos libertad. Eso es lo que alcanzamos a través de las prácticas del bardo de la meditación.

cuando podemos finalmente soltar nuestros esfuerzos por alcanzar la liberación, cuando podemos simplemente relajarnos y experimentar nuestras emociones desnudamente, ese es el punto donde podemos experimentar la libertad que ha estado ahí todo el tiempo.

Todos nuestros esfuerzos en este camino espiritual se dirigen hacia alcanzar la realización de esta sabiduría existente en sí, la sabiduría búdica, nuestro propio estado despierto innato.