En una horda, en la que todos están estrechamente emparentados con todos, personas emparentadas simultáneamente con las dos partes contendientes se interponen para mediar en las disputas. En una tribu, en la que muchas personas siguen siendo familiares cercanos y todo el mundo al menos conoce a todo el mundo por su nombre, los familiares mutuos y los amigos mutuos median en las disputas. Pero una vez que se ha traspasado el umbral de «varios cientos», por debajo del cual todo el mundo puede conocer a todo el mundo, el creciente número de diadas se convierte en pares de extraños no emparentados. Cuando dos extraños luchan, pocas personas presentes serán amigos o familiares de ambos contendientes, con interés personal en detener la lucha. En cambio, muchos espectadores podrían ser amigos o familiares de sólo un contendiente y se pondrían de parte de esa persona, haciendo que la lucha entre dos personas pase a ser una reyerta general. De ahí que una sociedad grande que continúe dejando la resolución de los conflictos a todos sus miembros tenga garantizada la explosión. Este factor, por sí solo, explicaría por qué las sociedades integradas por miles de miembros sólo pueden existir si desarrollan una autoridad centralizada que monopolice la fuerza y resuelva los conflictos.