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Ernesto Sabato

El escritor y sus fantasmas

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Cuando Ernesto Sabato publicó El escritor y sus fantasmas ya había explorado sus pesadillas más inquietantes en ficciones y ensayos. Como resultado de esa experiencia, emergen en un texto revelador sus dudas, críticas, teorías, búsquedas y reflexiones literarias. Con agudeza crítica y aire de «retrato del oficio de un escritor»; con rigor y ritmo de ensayo lírico, cada línea del texto es un ejemplo elocuente de la intensidad con la que el hombre enfrentado a su escritura polemizó con muchas de las ideas de su tiempo y con los límites de la palabra. La literatura es para Sabato educación del espíritu; descubrimiento y dialéctico ejercicio de pasaje desde la realidad al sueño; el periplo del lenguaje hacia la semilla original de la creación. Diario de escritor, arte poética, confesión de la intimidad más profunda sobre obsesiones y pasiones, carta a los lectores que se fascinaron con su obra, autoexamen profesional para comprender símbolos y marcas de su estilo, en síntesis: inagotable indagación sobre la vocación artística. En El escritor y sus fantasmas Sabato desnuda su alma y expone sus más iluminadoras reflexiones sobre el arte de escribir.
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Quotes

  • martehas quoted26 minutes ago
    Durante los años que viví el mundo matemático pude llegar hasta sus más admirables construcciones mentales: la teoría de la relatividad, la teoría de los cuantos; encontrando al fin que esas construcciones eran tan admirables como abstractas, y completamente inútiles para la solución de las inquietudes existenciales más profundas. Y así comencé a ver que el hombre debía volver a ese género de concreten que el arte daba de manera ejemplar. Es superfluo advertir que no pretendía yo encontrar la clave del magno problema de nuestra época: sufría en carne propia la vivencia de ese mundo cosificado y abstracto producido por la ciencia moderna y que tiene en esa misma ciencia su más alto (pero también su más pérfido) paradigma
  • martehas quoted33 minutes ago
    Por otra parte, la expatriación total es más peligrosa para un argentino o un norteamericano que para un inglés o un español, que tienen una nacionalidad fuerte y bien definida. Nuestra patria está demasiado recién hecha, es demasiado frágil y vacilante para que nos podamos permitir el lujo de irnos a vivir definitivamente a París o a Londres. Henry James confesó a un amigo que él se había arrancado a los Estados Unidos, aconsejándole que no cometiera jamás el mismo error. Dostoievsky, en sus forzados viajes por el extranjero, siguió pensando y sintiendo en ruso, y soñando con esa Rusia que amaba y detestaba. En cuanto a Ibsen, expatriado crónico, escribió:

    Para los pies del hombre,

    la tierra natal es como la profunda raíz para el árbol.

    Si no hay allí anhelo para sus afanes,

    sus hazañas están condenadas

    y su canto se acaba.

    Usted que escribió que Borges es heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, ¿sabe quién es Ernesto Sábato?

    No del todo. He tratado de averiguarlo escribiendo algunas ficciones. En ellas mis amigos y mis enemigos tienen una buena cantera para averiguarlo.
  • martehas quoted38 minutes ago
    Usted se alejó de las mate friáticas, del surrealismo, del marxismo. ¿No era más viable y coherente quedarse sin entrar?

    No. Las experiencias, como su nombre lo Índica, hay que hacerlas. En lo que a mí se refiere, por lo menos, las ideas vinieron siempre mezcladas a sentimientos y pasiones, a esperanzas y desilusiones. No soy capaz de pensar ideas al estado puro, o, mejor dicho, sí puedo pensarlas pero no me colman, no me sirven para vivir.

    Y quizá por eso mi destino haya estado en la ficción, no en la ciencia ni en la filosofía. Es posible que haya personas que puedan «estudiar» el surrealismo y desecharlo sin haberlo vivido: yo, no. Por otra parte, no me avergüenzo de esas grandes experiencias, de esas intensas incursiones, pues las realicé con fervor, las viví angustiosamente y han dejado en mí marcas indelebles. Razón por la cual no se puede hablar de «renuncia» o «abandono» en sentido absoluto; del mismo modo que cuando nos alejamos de alguien que hemos querido entrañablemente, nos quedan rastros que jamás desaparecen, giros en la conversación, palabras, cierta manera de ver el mundo, hasta la misma indignación o el rechazo que nos produce su recuerdo. Y sobre todo los sueños, lo último y más difícil de borrar. ¿No «abandonamos» todos la infancia? ¿Y no son los sueños restos ansiosos y ardientes de ese tiempo de nuestra vida?

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