Belzhar te permitía estar con la persona que habías perdido o, en el caso de Casey, con aquello que había perdido, pero te mantenía en el lugar donde te encontrabas antes de la pérdida. De modo que si deseabas desesperadamente lo que habías tenido alguna vez, podías escribir en tu diario de cuero rojo, ir a Belzhar y encontrarlo. Pero, aparentemente, no ibas a encontrar nada nuevo. En Belzhar, el tiempo se detenía, quedaba suspendido.
Reeve y yo podíamos jugar con una casa de muñecas y hacer algunas de las cosas que habíamos hecho durante esos cuarenta y un días en que habíamos estado juntos, pero nada más.