Les basta abrir sus alas inmensas y planear, siguiendo las oscilaciones del viento. Pero también es verdad que sin viento no pueden desplazarse. A veces al intentarlo enloquecen, mueren de fatiga y caen al océano. Pueden también aterrizar sobre un barco y acompañarlo o establecerse en lugares totalmente distintos de su hábitat natural. Cuando están extraviados, se aparean, sin ningún protocolo, con hembras de especies muy diversas que como ellos se han vuelto divagantes. Desde que supe de su existencia, le aseguré, me he preguntado qué los lleva a contraer este tipo de uniones, ellos que en general eligen tan cuidadosamente a su pareja. ¿La necesidad de aparearse con quien sea? El padre de Camilo guardó silencio. O quizás sea lo contrario, continué: un ave con una experiencia tan fuerte como la de estar perdida y no poder volar a casa sólo puede emparejarse con otra igual de perdida.