Las personas solas que encabezaban sus propios hogares suponían una realidad que, con harta frecuencia, ha pasado desapercibida y oculta detrás de una determinada representación de la familia en el pasado. Constituían el contrapunto de una sociedad donde la condición ideal venía definida directamente por su estado matrimonial. Sobre todo, para las mujeres. Sin embargo, vivir en soledad era una situación más habitual de lo que se suele pensar. Y no solo en las ciudades, a las que tradicionalmente se ha vinculado este hecho. También en el mundo rural, considerado el paradigma de la anti-soledad. Con este libro se reivindica su estudio en estas zonas para profundizar en las dimensiones, peculiaridades y complejidad del fenómeno a un lado y otro del Atlántico desde el siglo XVI hasta la actualidad.