Historia mínima de los feminismos en América Latina

Aquella agenda inicial estuvo signada por las siguientes cuestiones fundamentales: la igualdad jurídica, la equiparación de los derechos políticos, los beneficios de la educación y el reconocimiento de los valores de la maternidad con la debida protección de las madres y la prole.

Emilce Dio Bleichmar —quien, como Puleo, es también de origen argentino— hizo una contribución específica en el campo del psicoanálisis y en los años ochenta publicó El feminismo espontáneo de la histeria. Trastornos narcisistas de la feminidad que tuvo mucha proyección más allá de la psicología.

En Gran Bretaña no pueden dejar de evocarse a Juliet Mitchell y su Woman’s State (1971) y a Sheila Rowbotham y su obra Women, Resistence and Revolution (1972); en Francia, las teóricas feministas de los inicios de la segunda ola —que no podían ocultar el impacto Beauvoir— produjeron ensayos críticos singulares como el de Annie Leclerc, a quien se debe Parole de femme (1974), y el de Luce Irigaray, Espéculo de la otra mujer (1974). Irigaray quebrantaba las interpretaciones del psicoanálisis y además mostraba la supresión del sujeto femenino en la historia de la filosofía; sus posiciones fueron muy difundidas. En Italia, las nuevas expresiones teóricas y políticas también resultaron singulares, y no puede dejar de evocarse a Mariarosa Dalla Costa y la obra de enorme repercusión que publicó con Selma James —quien llevó adelante un movimiento pionero por el reconocimiento salarial del
trabajo doméstico—, The Power of Women & the Subversion of the Community (1972),

Sostuvo centralmente las siguientes posiciones: las mujeres no han sido forjadas a su condición secundaria por la Naturaleza sino por las condiciones sociales; el capitalismo es el responsable por el sometimiento de ambos sexos; la liberación de las mujeres sólo puede asegurarse con la modificación radical del
sistema capitalista; la clase obrera está siempre más cerca de la liberación de las mujeres debido a su ínsita posición de “compañerismo” y de “solidaridad esencial”.

una de las primeras mujeres en trabajar en el servicio diplomático —también fue representante de la Unión Soviética en México—, y ha sido evocada como una personalidad libre, que se permitió relaciones de pareja no convencionales, de ahí que su figura se asocie con un feminismo de hecho.

Cualquiera que sea la identificación que asumieron los socialdemócratas, lo cierto es que se trató de la primera fuerza política que propuso otorgar el voto a las mujeres, un paso de enorme significado dado durante las sesiones del Congreso de Erfurt en 1891. No puede olvidarse que la socialdemocracia había realizado una notable manifestación de solidaridad con la condición femenina con un texto que alcanzó enorme difusión, me refiero a La mujer y el socialismo de Augusto Bebel, aparecido en 1879. Fue una de las obras socialistas más divulgadas y debe recordarse que Bebel aseguraba que los dos sujetos de mayor opresión eran el trabajador y la mujer.

que considerar a Flora Tristán, la ardiente militante de la causa obrera. Con ella se abrió un cauce para una comunión entre feminismo y movimiento obrero, pero debe admitirse que fue un intento finalmente fallido.

Hubertine Auclert, quien en 1882 identificó así al movimiento por los derechos femeninos en su publicación La Citoyenne. Fue en el ambiente francés que la noción encontró un cauce que inundó paulatinamente a nuestras socieda
des,

Se atribuye a Alexandre Dumas, hijo, una suerte de ataque a las nuevas manifestaciones con un término que pretendía peyorativo, dirigido sobre todo a varones que desafiaban las normas sociales conservadoras, en particular a quienes alentaban derechos como el divorcio.

Olympe de Gouges —su nombre verdadero fue Marie Gouze—se sitúa en un lugar muy destacado en la galería de las precursoras feministas. Escribió la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana en 1791, a contrapelo de la discriminante decisión masculina de la “declaración de los derechos del hombre”.