La llegada de un huracán arrasa con las plantaciones de algodón de la isla Henrietta. «Era un mes de octubre de algún año hace dos siglos», narra Hazel Robinson. Mientras que los terratenientes maldicen su suerte, los esclavos se apiñan bajo el tablado de la casa para refugiarse de la tempestad que presagia el final de su cautiverio. Hasta entonces, sus únicas formas de rebelión habían sido el uso de la lengua creole y los rituales de danza que de forma excepcional se les permitía celebrar. Entre tanto, hay una historia de amor y un nuevo inicio, donde el grito de resistencia será el mantra de tante Friday: No give up! ¡No te rindas! Como afirma Cristina Bendek en su prólogo: «Esta novela es una crítica frontal a las instituciones y a los convencionalismos, a la vez que ejerce soberanía sobre la forma de recordar, o, lo que es igual, sobre la forma de condensar una idea de lo que es el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y de quiénes son sus habitantes en relación con el Caribe y con los imaginarios de lo global.»