Esther Vilar ha dado media vuelta a la marcha emancipatoria: el señor es la mujer. Ella doma al hombre con trucos traidores para hacer de el un esclavo sumiso, y luego lo lanza a la vida hostil para que gane dinero. Como contraprestación pone la vagina a su disposición a intervalos regulares.Así resuelve Esther Vilar el arcaico enigma tejido en torno al mundo de la mujer y desenmascara a sus compañeras de sexo como a unas empedernidas explotadoras que obtienen su buen capital de la mera anatomía. Esther Vilar mueve a contradecirla en muchas de sus heterodoxas ideas pero, sinceramente hablando, a veces no es posible hacerlo.