Elza le habían puesto el apodo de Poly porque en El Charco, después de las diez de la noche y de dos botellas de vino tinto, siempre volvía monótona a su tema preferido: que la monogamia era un cliché que se nos inculca sistemáticamente. Que somos como esos críos del libro de Huxley en el que juntan en grandes salas a los recién nacidos y durante horas les ponen en un magnetófono frases del tipo: «Tal y cual está bien. Tal y cual está mal». Y esos niños, cuando crecen, saben sin más que tal y cual está bien, y que tal y cual no. Y piensan que se lo ha instilado Dios, o ellos mismos, o su propia naturaleza, su esencia, que simplemente es así, que es verdad.