Por todo esto hace mucho que no curioseo en un aura, a menos que sea la de Hazan. Con él no trazo esa barrera: a veces cierro los ojos para concentrarme sólo en los límites dorados que nos unen, en ver cómo nos acariciamos en el aire, mucho más allá del cuerpo. Me gusta identificar sus colores claros y brillantes, y ver cómo contrastan con algunos de los más oscuros que hay en mí.