Buscavidas

lo que se ha vivido como joven vagabundo permanece hasta que se enfila el último camino a casa

Que hablen otros del vino, la riqueza y la alegría,

de la portentosa presencia de esos potentados de generosa figura,

¡sea lo mío la suciedad y la basura, el polvo y la cochambre de la tierra!

Que sean suyas la música, el color, la gloria y el oro,

y lo mío un puñado de ceniza y un poco de moho.

Mutilados, detenidos y ciegos bajo la lluvia y el frío:

ellos serán los protagonistas de mis canciones, de ellos hablarán mis relatos.

Mi compasión por esos buscavidas se acerca al amor y mi disgusto se acerca al odio, porque no hay ni uno solo de ellos que no sea el maltrecho accidente de una infancia infeliz.

El vasto ejército de los vagabundos y los presos se nutre de los orfanatos y los reformatorios.

No tengo ninguna intención de hacer aquí una sociología del vagabundo. Los escritores que se han ocupado del asunto por lo general no han contribuido en lo más mínimo a la solución del problema.

En realidad, el vagabundo no es más que un parásito que no ha sido admitido en la sociedad.

Algunos pobres son generosos con los vagabundos, otros no. Si tuviera que elegir la forma más segura para conseguir comida, mi experiencia como joven vagabundo me haría inclinarme por las mujeres del bajo mundo.

Un escritor famoso por sus relatos sobre la vida errante dijo en cierta ocasión que los pobres siempre son generosos con los pobres.10 Los escritores no deberían afirmar jamás esas verdades rotundas: siempre se equivocan.

Todos los vagabundos saben esas cosas. Son hombres mezquinos, no esperan de los otros más que mezquindad y obtienen la mezquindad que merecen. La inmensa mayoría son mentirosos, desagradecidos y ladrones. Mienten a las mujeres igual que los novelistas. Cuentan tristes historias a las sencillas amas de cría de los niños más pobres

Algunos que se dicen amantes de la humanidad son profundamente egoístas personalmente, y sólo aman a la multitud, ¡y quién puede amar de verdad a una multitud!