El Duque de Kerncliffe, uno de los caballeros favoritos de la Reina Victoria, nunca sospechó que, a causa de un imperdonable desliz suyo en el Castillo de Windsor, la soberana inglesa le ordenaría que contrajera matrimonio. Impenitente soltero, pero abocado a perder el favor de la reina si no cumplía su mandato, buscó esposa entre las debutantes de la alta sociedad londinense. La personalidad de la novia ni siquiera le preocupaba. Pero ésta, elegida casi al azar, enamorada de otro hombre, fue sustituida durante la ceremonia por una prima suya, de enorme parecido, dando así comienzo a una extraordinaria aventura.