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Herbert Clyde Lewis

Un caballero a la deriva

Henry Preston Standish es un caballero en toda regla: goza de una exquisita educación y de una acomodada posición social, vive holgadamente en Nueva York y es un esposo fiel y un padre cariñoso. En definitiva, su apacible vida «fluye tranquilamente, sin hacer apenas ruido». Aún así, un día Standish siente el súbito impulso de salir en busca de la aventura y se embarca en el Arabella. En el viaje recuperará, lejos de sus obligaciones habituales, cierta alegría de vivir: en ese momento tiene treinta y cinco años y nunca se ha sentido mejor. Es entonces cuando la banalidad decide truncar su brillante destino: el protagonista, al resbalarse con una mancha de grasa mientras contempla la salida del sol, se cae por la borda en mitad del océano Pacífico.
Excelente nadador y templado de espíritu, Standish elucubra sobre sus posibilidades de supervivencia y bracea con la esperanza de que lo rescaten durante unas horas cruciales en las que, sin embargo, nadie a bordo advierte su ausencia.
Un caballero a la deriva es una novella visionaria, una pieza magistral por su sencillez, por su tensión narrativa y porque plantea la cuestión de la existencia en sus términos más fundamentales. Una parábola tragicómica que nos hace reparar en cómo ordenamos las prioridades en nuestras ajetreadas vidas y que nos recuerda, en sentido literal y figurado, que no siempre es fácil mantenerse a flote.
108 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2023
Publication year
2023
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Quotes

  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    El ojo es en verdad engañoso cuando la mente está ocupada con otros asuntos».
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    El mar los rodeaba por todas partes excepto por arriba, y Dios era igual de imprevisible:
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Era imposible expresarlo con palabras, pero él le tenía respeto al mar: se quitaba el sombrero ante él. El océano era una persona extraña con toda clase de ideas extrañas, incluso peores que las suyas cuando se emborrachaba. Los marineros navegan por el mar, y éste dice: de acuerdo, pero sin avasallar. Con calma; vosotros a lo vuestro y yo a lo mío. Una vez Bjorgstrom estuvo en un transatlántico estadounidense de pasajeros que viajaba entre Nueva York y La Habana, aunque dimitió después de la primera travesía a pesar de lo mucho que necesitaba el trabajo. Aquellas personas frívolas, con sus cócteles y sus bailes a la luz de la luna, no tenían ningún respeto por el mar. Creían que Dios lo había creado para que ellos disfrutaran, mientras que todo marinero sensato sabía que lo había hecho para transportar mercancías con facilidad de un continente a otro. Como resultado, el mar se enfadaba y de vez en cuando les recordaba lo arrogantes que eran quemándolos con un incendio a bordo, congelándolos con un viento del noroeste o partiéndoles la cabeza contra olas de mil metros de altura.

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