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Herbert Clyde Lewis

Un caballero a la deriva

  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    «Eras sólo un cuerpecito cálido cubierto de pelusilla, un corazón inocente que latía ante mí y una voz llorosa como el murmullo del agua condenada a caer eternamente de una caverna a otra caverna…».

    Qué triste final. Abarca a todos la muerte del personaje.
    Es bellísima esta novela.

  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Era muy llamativo que su corazón hubiera estado latiendo durante treinta y cinco años sin pararse ni una vez para quejarse por las tareas ingratas, interminables
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Un dolor repentino, sobremanera agudo y abrumador, estalló en su cuerpo, como si algún demonio le hubiera clavado un cuchillo en el cuello y le hubiera cortado la garganta sin piedad de oreja a oreja. Aquello, pensó con extraña objetividad, debía de ser su corazón rompiéndose.
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Pero así era la naturaleza: te daba ciertas capacidades con las que pelear en las batallas del mundo y, conforme a ellas, te tocaba, bien hundirte, bien flotar.
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Estando en el mar en un barco, el barco se convertía en el centro de tu universo; estando en el mar en tu propio cuerpo, tú mismo te convertías en el núcleo de todas las madejas terrenales.
  • Cecilia del Torohas quoted3 days ago
    Y aquí, una mezcla de colores para la que el ser humano no tiene otra palabra que maravilla».
  • Cecilia del Torohas quoted7 days ago
    El ojo es en verdad engañoso cuando la mente está ocupada con otros asuntos».
  • Cecilia del Torohas quoted7 days ago
    El mar los rodeaba por todas partes excepto por arriba, y Dios era igual de imprevisible:
  • Cecilia del Torohas quoted7 days ago
    Era imposible expresarlo con palabras, pero él le tenía respeto al mar: se quitaba el sombrero ante él. El océano era una persona extraña con toda clase de ideas extrañas, incluso peores que las suyas cuando se emborrachaba. Los marineros navegan por el mar, y éste dice: de acuerdo, pero sin avasallar. Con calma; vosotros a lo vuestro y yo a lo mío. Una vez Bjorgstrom estuvo en un transatlántico estadounidense de pasajeros que viajaba entre Nueva York y La Habana, aunque dimitió después de la primera travesía a pesar de lo mucho que necesitaba el trabajo. Aquellas personas frívolas, con sus cócteles y sus bailes a la luz de la luna, no tenían ningún respeto por el mar. Creían que Dios lo había creado para que ellos disfrutaran, mientras que todo marinero sensato sabía que lo había hecho para transportar mercancías con facilidad de un continente a otro. Como resultado, el mar se enfadaba y de vez en cuando les recordaba lo arrogantes que eran quemándolos con un incendio a bordo, congelándolos con un viento del noroeste o partiéndoles la cabeza contra olas de mil metros de altura.
  • Cecilia del Torohas quoted7 days ago
    «Es una lástima que un hombre no pueda vivir siempre así, limitándose a ser feliz sin tener que buscar una razón»,
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