Recorrer la hoja de vida de los hombres públicos es un ejercicio obligatorio del buen periodismo. No a modo de sentencia, sino de testimonio. Cada uno sabrá responder por sus actos y, si amerita, los tribunales se encargarán de lo suyo. Con la acuciosidad propia del excelente periodismo, los autores corrieron aquí la alfombra por completo y muestran toda la mugre que había debajo.