En 1840, en la isla de la Reunión, un muchacho de once años, Edmond Albius, hijo de una esclava, comprende por pura intuición lo que una abeja muy específica hace en México: la polinización. Decide poner en contacto, de forma manual, los órganos macho y hembra de la flor, utilizando un esqueje de naranjo, y, milagro: las lianas fructifican. Es el nacimiento de la vainilla para Occidente gracias a una técnica que aún hoy se sigue aplicando. Tuvieron que pasar más de tres siglos para que los europeos entendieran la vainilla.