A mí mi cuerpo me gusta para usarlo, para caminar, correr y explorar, para tocar otros cuerpos; no me gusta tanto para enseñar al otro. No, eso no. Yo no atraigo con mi cuerpo; atraigo yo con mi yo, con mi sonrisa pícara, con mi sentido del humor, con la manera en que hago que el otro se sienta a gusto. Con eso atraigo.