Por otro lado, toda la formación literaria con
que contaba una mujer a principios del siglo
diecinueve era práctica en la observación del
carácter y el análisis de las emociones. Durante
siglos habían educado su sensibilidad las in-
fluencias de la sala de estar. Los sentimientos
de las personas se grababan en su mente, las
relaciones entre ellas siempre estaban ante sus
ojos. Por tanto, cuando la mujer de la clase me-
dia se puso a escribir, naturalmente escribió
novelas,