Los griegos la llamaron mytho, y los latinos fábula. Contar o hablar equivalía a referir fábulas o mythos. Hablar viene de fabulor, que a su vez viene de fábula; y mytho en griego significa a la vez palabra, discurso, fábula o tradición popular o cuento. Toda habla tenía, pues, en lo antiguo, sobre todo cuando narraba, mucho de cuento, novela o fábula. Por medio de ellas se explicaban los fenómenos de la Naturaleza: el terror de los bosques, el curso del sol y de las estrellas, la vida misteriosa de las plantas, la voz del escondido eco, la recóndita inmensidad y el prolífico abismo de los mares, el subterráneo origen de las fuentes: el brío devorador a par que plasmante de la llama, la lucha de los elementos, sus afinidades y consorcios fecundos, la fuerza que amontona los metales o que cuaja el cristal en las entrañas de la tierra, el arco iris que se extiende en la bóveda azul, las tinieblas de la noche, el fulgor de la aurora, las nubes, el trueno, el rayo, la lluvia que fertiliza y el viento que destroza; cuanto hiere, en suma, la imaginación de los hombres, cuando la Naturaleza hablaba con más poderosa voz que en el día a sus potencias y sentidos, sin apartar el velo que la cubre ni hacer patentes sus entonces inefables y temerosos arcanos