Sevilla, 1275: Beltrán Sina, médico y antiguo bibliotecario de Alfonso X, se recupera aún de los estragos del injusto cautiverio sufrido en las crueles cárceles moras cuando su salvador y amigo, el monarca castellano, le impone un encargo inusual. Alfonso, sumido en una vejez amarga debido a las traiciones de sus seres queridos, se enfrenta ahora también al mismo Papa, quien le acusa de haber pactado con una siniestra organización, la Cúpula del Mundo, en sus ansias por ser coronado años atrás Emperador del Imperio Sacro Romano. Beltrán, que vivió de cerca aquellos trascendentales momentos, deberá redactar un memorial que dé fe de lo que realmente sucedió entonces.Es la historia del rey y su ambición, sí, pero también la de este «médico de almas» y la del gran amor de su vida, una princesa venida de tierras frías y lejanas, los remotos fiordos de Noruega. La historia retrocede entonces veinte años, cuando Beltrán lleva una vida plácida en la corte de Toledo, apreciado por su desempeño como médico y sanador de almas, y goza de la confianza del rey y de su esposa, la maquiavélica Violante. Alfonso X, quien por su sabiduría y vocación cristiana aspira al título de emperador de oriente y occidente, busca alianzas en toda Europa que avalen su candidatura (en contra de la del otro aspirante, Ricardo de Cornualles) y para ello concierta la boda de la hija del rey Hakón de Noruega con uno de los infantes castellanos. Así, un sorprendido Beltrán, elegido para acompañar a la delegación que debe ir a buscar a la princesa Cristina -y más en particular para cuidar del ánimo de la joven y convertirse en su consejero-, se embarca hacia los brumosos fiordos, cambiando el adusto paisaje castellano por las gélidas nieves del norte.