Empresas y políticos sin escrúpulos han explotado largamente nuestros instintos y emociones para convencernos de creer o comprar cosas que, con una reflexión más atenta, no habríamos creído ni comprado. Los medios en tiempo real, disponibles a través de la tecnología móvil, exacerban este potencial, pues al hacer que pasemos más tiempo inmersos en un flujo de imágenes y sensaciones, tenemos menos tiempo para la reflexión o un análisis desapasionado.