Zambada escucha con atención. No sabes si está fastidiado con la verborrea o si está procesando y analizando cada nombre, cada dato, cada evento, cada anécdota. Esa característica te resuena durante las tres horas que finalmente dura el encuentro: es alguien que escucha mucho más de lo que habla, aunque, cuando habla –lo cual hace con tono tranquilo–, su voz es implacable. Se impone el silencio.