Para conseguir el objetivo final es necesario actuar con la recta razón, con el lógos; de esta manera lógos y virtud se juntan, por ello el sabio debe actuar en todo momento de acuerdo con su comportamiento racional, mientras que el ignorante, a pesar de ser del mismo «linaje», por pertenecer «a la inteligencia y fracción divina», como señala Marco Aurelio [78], no entiende la belleza y el orden de la naturaleza y tiende al mal.