Leer a Jotaele es recordar lo que aun no ha pasado, y espera como un animal agazapado en la penumbra. Es ser trascendido no solo por imágenes, también por sensaciones que nos invocan, haciéndonos a veces más espíritu que carne, otras la mera carne acorralada por el estupor y el tiempo. Leer a Jotaele es volver a esos lares donde ya jamás nos atreveríamos a circundar, y enfrentarnos a sus preguntas, a sus inquisiciones del mismo modo que nos enfrentan las miradas de ciertas personas, de ciertos animales, de ciertos cuadros cuyos ojos laten aún bajo las punzadas de pintura que los rescataron del olvido.
La poesía de Jotaele es memoria: la memoria de que aun no perdimos todo, y, sin embargo, ¿qué nos queda por perder?
Es el salto hacia el abismo.
Es lo que vive, lo que avanza, aun atravesado por la lanza del tiempo.
La bandada de cuervos que renuncia al paraíso, para conocer cada invierno la templanza y calidez azul del fuego.
Angélique Pierre