Una idea bastante común sobre la identidad es que nos proporciona un marco en el cual existir: un género, una nacionalidad, un empleo, un origen, una religión, etc. En la mayoría de las sociedades occidentales el concepto de identidad la presenta como algo constante e inmutable. Cuando se aplica a las personas, este patrón tan rígido nunca sienta bien: o te sales por un extremo, o te excedes, o bien no puedes rellenarlo porque eres demasiado pequeñe, demasiado «débil».