Uno de los principales logros de Aleksandr Pushkin-poeta, dramaturgo, narrador y novelista- fue fundar propiamente la prosa rusa, dando origen a un prodigioso venero que en no muchos años habría de alumbrar obras como Almas muertas de Gógol, Anna Karenina de Tolstoi o Crimen y castigo de Dostoyevski. Gestados en 1830, los Relatos del difunto Iván Petróvich Belkin, en los que Pushkin (1799–1837), con actitud irónica y desenfadada, recorre en un escenario ruso y con personajes rusos los estilos narrativos de los escritores occidentales, son justamente -como nos dice en su introducción Ricardo San Vicente- la primera manifestación de esta fuente, que en el caso del autor habría de prolongarse en obras como La hija del capitán, La dama de picas o Dubrovski.