Contengo el impulso de lamer la piel que se me ofrece, de aferrarme a los pechos que amenazan con desbordarse de la seda, en su lugar tomo un trozo de tocino con la mano, lo llevo a la boca, mastico hasta exprimirle todo el sabor, trago, Milena aún permanece a mi lado, la bata entreabierta, su carne de nuevo expuesta.