En su conjunto, los relatos que integran Mínima señal despliegan un lenguaje terso y un ritmo lentificado. A partir de fragmentos de una cotidianidad que no reposa sobre una extensa fábula sino en la densidad de momentos enrarecidos, Irma del Águila registra epifanías y obsesiones que singularizan la vida rutinaria de mujeres y hombres. En estos relatos cada individuo es un misterio. Una sensibilidad que se manifiesta como asimetría o discontinuidad en el orden del mundo. Las situaciones en las que se involucran, carentes de épica, revelan modos de aversión a la luz, fascinación por la inocencia, pulsiones contenidas en gestos furtivos y motivaciones ambiguas que se resisten al juego de la trascendencia.