Una vez escribí un poema lleno de cosas encontradas, descubiertas y aprendidas, que hoy quiero compartir contigo con el deseo de que la vida misma te haya enseñado ya estas cosas que yo le decía a mi hija, con emoción, hace casi veinte años:
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado...
a disfrutar del amor,
a enfrentar tus miedos y confiar en tu fuerza,
a entusiasmarte con la vida,
a pedir ayuda cuando la necesites,
a decir o callar, según tu conveniencia, a ser amiga de ti misma,
a no tenerle miedo al ridículo,
a darte cuenta de lo mucho que mereces ser querida,
a tomar tus propias decisiones,
a quedarte con el crédito por tus logros,
a superar la adicción a la aprobación de los demás,
a no hacerte cargo de las responsabilidades de todos,
a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
a dar porque quieres, y nunca porque estés obligada a hacerlo.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado...
a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
a aceptar tus limitaciones y vulnerabilidades sin enojo,
a no imponer tu criterio, ni permitir que te impongan el de otros,
a decir que sí sólo cuando quieras y decir que no sin culpa,
a tomar más riesgos,
a aceptar el cambio y revisar tus creencias,
a tratar, y exigir ser tratada, con respeto,
a llenar primero tu copa y, después, la de los demás,
a planear para el futuro sin intentar vivir en función de él.
Antes de morir, hija mía, quisiera estar seguro de haberte enseñado...
a valorar tu intuición,
a celebrar las diferencias entre los sexos,
a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,
a aceptarte así como eres,
a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
a no avergonzarte de andar riendo a carcajadas por la calle sin ninguna razón,
a darte todos los permisos sin otra restricción que la de no dañar a otros ni a ti misma.
Pero sobre todo, hija mía, porque te amo más que a nadie, quisiera estar seguro de haberte enseñado...
a no idolatrar a nadie... y a mí, que soy tu padre, menos que a nadie.