y la acuesto sobre la cama.
Escucho que abren la puerta y el médico nos sonríe de oreja a oreja.
—¿Cómo estás, Amy? — le pregunta.
—Le duele mucho doctor—contesto mientras sostengo su mano.
—Vamos a ver. —dice encendiendo la máquina al lado de Amy y sentándose en un banquillo cerca de ella—Estará un poco frío. —advierte. Poniendo sobre su vientre un gel transparente.