te cuento algo, ¿me prometes que lo olvidarás?
—No. ¿Me lo contarás aun así?
—Sí. Me gusta que no me mientas. —Los dos sonreímos como dos tontos—. La primera vez que te vi… en El Mar, hace años…, me quedé sin palabras. Tenía pensado decirte muchas cosas. Que te admiraba, que quería ser como tú, que aprendería de ti y de tu trabajo hasta ser buena de verdad. Pero te miré a los ojos y… me dejaste muda.
—Tú me has dejado mudo tantas veces…, siempre he tenido la certeza de que cambiarías mi vida.
—Cambiar una vida es algo fuerte, ¿no crees?
—Has cambiado mi concepto del amor hasta hacerlo manejable, terrenal y alcanzable. ¿Te parece poco?