El profesor y jurista Maximiliano Prado, con su inteligencia y rigurosidad, logró no solo contribuir al desarrollo del Derecho en nuestro país, sino que también tuvo la virtud de provocar intelectualmente a sus interlocutores generando a partir de ahí la reflexión y el análisis de temas que muchas veces ni siquiera se habían planteado. Tuvo la virtud de convocar y dejar huellas. Él era riguroso y al mismo tiempo afable; tenía el don de explicar con simpleza cuestiones altamente complejas, y mantenía un sentido del humor que permitía destrabar cualquier discusión árida y aparentemente sin solución.