—¿Qué haces? —preguntó, incrédulo.
—Me voy a dormir. Tengo que estar muy pero que muy descansada mañana para poder fingir que me importas lo más mínimo. Aunque por suerte para mí, puedo ser la sucia manipuladora que te engañó para conseguir un buen matrimonio. Ánimo, conde. El que lo tiene complicado parece que eres tú.