El Príncipe es, sin duda, un clásico en el sentido más literal del término, pero también uno de los libros peor leídos de la historia por cuanto el maquiavelismo hoy se hace equivalente al uso del poder político sin prejuicios, en el que el fin justifica cualquier medio. Sin embargo, el autor se centró en la investigación del funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. A partir de un vasto inventario de la historia, se esforzó por extraer las relaciones, las constantes, las leyes, en definitiva, que permiten a los Estados durar o prosperar.