La música se llamaba «Una Furtiva Lacrima». No sé por qué ellos no dijeron lágrima.
«Una Furtiva Lacrima» fue la única cosa bellísima que hubo en su vida. Mientras secaba sus lágrimas, intentó cantar lo que había oído. Pero su voz era cruda y tan desafinada como lo era ella. Cuando escuchó comenzó a llorar. Era la primera vez que lloraba, no sabía que tenía tanta agua en los ojos. Lloraba, se sonaba la nariz sin saber ya por qué lloraba. No lloraba por causa de la vida que llevaba: porque, no habiendo conocido otros modos de vivir, había aceptado que con ella era «así». Pero también creo que lloraba porque, a través de la música, adivinaba que tal vez había otros modos de sentir, había existencias más delicadas y hasta con un cierto lujo de alma.