Abrí los ojos, temblando, y no pude respirar, no pude hablar ni pensar más allá de lo que vi.
«Zayne.»
Era él, con su cabello rubio suelto, cayéndole contra las mejillas y rozándole los hombros anchos y desnudos. Eran sus labios carnosos que yo había besado y adorado y su ancho pecho que subía y bajaba con rapidez…, pero aquellos ojos que me miraban fijamente no eran los suyos.