impresión de desolación del mandala es superficial. Dentro de los límites de este metro cuadrado hay cientos de miles de células vegetales, cada una vuelta sobre sí misma, más intensa en su retirada. Igual que ocurre con la pólvora, la apariencia gris y discreta de las plantas no deja traslucir su energía latente. Así, a pesar de que los herrerillos y otras aves hacen un vigoroso alarde de vida en enero, no es nada en comparación con la fuerza que acumulan las plantas inactivas. Cuando la primavera enciende el mandala, la energía que se libera permite a todo el bosque, incluidas las aves, sobrevivir un año más.