Al morir mi padre, pensé que mi madre dejaría de ir de un lado para otro y se quedaría en algún lugar durante un tiempo. Pero no fue así. Siguió mudándose. Una vez le sugerí que fuera a ver a un psiquiatra. Me ofrecí incluso a costeárselo. Pero ella no quiso ni oír hablar del asunto. En lugar de hacerme caso, lo que hizo fue dejar la ciudad e irse a vivir a otra parte.