Las perras que viven con personas o perros del sexo masculino tienden a asumir un comportamiento de defensa pasiva y de avisar (y, por tanto, ladrar) para señalar la proximidad de extraños al territorio marcado por el jefe, pero limitando la intervención a las zonas consideradas efectivamente como propiedad de la manada (por tanto, sí la casa y el jardín, y no la calle, el parque público, etc.).