Concretamente, se sabe que la habituación de las personas a imágenes familiares, como la cara de los progenitores, por ejemplo, medida como el tiempo de fijación visual a lo largo de 10 exposiciones, se puede detectar a partir de los dos o tres meses de edad, mientras que las formas de aprendizaje asociativo aparecen mucho más tarde, al cabo de un año, más o menos, y continúan mejorando en eficacia y complejidad durante varios años más.