Tenemos que aceptar que la ucronía no es ni un espejo marginal de la historia –como mucho, una esquirla de vidrio deslustrado, perdida en un terreno impreciso–, ni un método sesgado para desentrañar arcanos, porque la historia no tiene arcanos, ni leyes que podamos verificar por medio de la experiencia, como se hace en teoría económica, donde la ucronía tiene su lugar y también su corolario: la previsión. Solo es un juego intelectual, que uno puede jugar valiéndose de la historia universal o de cada instante de su propia vida. Como todos los juegos, incluidos los de la literatura, merece la pena por las alegrías fortuitas que puede darnos; por las emociones, serias y reales, que alberga; por nuestra capacidad de credulidad, de leer una historia a veces tan tediosa como la historia real con el mismo asombro con el que leemos esta. Porque ha ocurrido o porque, durante la lectura, hacemos como que ha ocurrido.