Acaricia lo que quieras (evita tocar genitales, ya sabemos que son excitantes) con una brocha, una pañoleta, un collar de perlas, un cubito de hielo, una pluma, o puedes utilizar una parte de tu cuerpo, como los pezones de tus senos, para acariciarlo.
Besa cada pliegue de su cuerpo, usa tu boca como un buscador de placer.
Tápale los ojos. Al bloquear un sentido, los demás se intensifican.
Átalo, toma el control y sólo permítele moverse cuando no aguante más.
Descubre zonas erógenas, éstas son zonas que, al ser estimuladas, proporcionan mucho placer. Estas zonas son personales y van cambiando a lo largo de la vida.