Los padres elogian regularmente a sus hijos diciéndoles lo inteligentes que son para aumentar su confianza en sí mismos. Ahora sabemos que, cuando alabamos a los niños por ser inteligentes, al principio piensan: «De acuerdo, soy inteligente». Pero luego, cuando tienen problemas, fracasan o se equivocan de alguna manera, tal como le ocurre a todo el mundo, concluyen: «Vale, no soy tan inteligente», y entonces terminan evaluándose constantemente en función de esta idea fija. Está bien elogiar a los niños, pero nunca debemos elogiarlos a ellos como personas, sino por lo que han hecho.